“Bully” es una palabra inglesa que significa matón o agresor y al hablar de bullying nos estamos refiriendo a conductas que tienen que ver con la tiranización, amenaza, aislamiento, agresiones físicas, humillaciones, intimidación y/ o insultos de una forma sistemática hacia una o más víctimas por parte de uno ó más agresores. Siendo lo importante la repercusión que tiene sobre la víctima más que la acción en sí misma, así pues “Un alumno es agredido o se convierte en víctima cuando está expuesto, de forma repetida y durante un tiempo, a acciones negativas que lleva a cabo otro alumno o varios de ellos” (Olweus, 1998, p. 25)
Según los datos obtenidos de una investigación española un 5.7% de alumnos españoles han sufrido bullying y con un 5.9% podríamos situar también al agresor (Avilés, 2002). Así pues estamos hablando de un problema lo bastante frecuente en nuestras aulas para tomar cartas en el asunto.
Aunque hay muchos estudios europeo que avalan que existe un número mayor de agresores de género masculino, otros como por ejemplo el realizado en Japón (Monmbusho, 1994), nos indica lo contrario. La edad donde el bullying cobra mayor fuerza suele ser a partir de los 12-13 años (con la llegada de la adolescencia)
Además, también es conocido como acoso escolar, es una de las situaciones más duras con las que se pueden encontrar los adolescentes en la escuela. Cualquier forma de maltrato físico, psicológico o verbal que se ejerce sobre un escolar durante un tiempo prolongado está considerado Bullying.
Estadísticamente, el tipo de
violencia dominante es el emocional y se da mayoritariamente en el aula y patio
de los centros escolares. Los protagonistas de los casos de acoso escolar
suelen ser niños y niñas en proceso de entrada en la adolescencia, siendo
ligeramente mayor el porcentaje de niñas en el perfil de víctimas.
Este tipo de violencia escolar se
caracteriza, por tanto, por una reiteración encaminada a conseguir la
intimidación de la víctima, implicando un abuso de poder en tanto que es
ejercida por un agresor más fuerte (ya sea esta fortaleza real o percibida
subjetivamente) que aquella. El sujeto maltratado queda, así, expuesto física y
emocionalmente ante el sujeto maltratador, generándose como consecuencia una
serie de secuelas psicológicas (aunque estas no formen parte del diagnóstico);
es común que el acosado viva aterrorizado con la idea de asistir a la escuela y
que se muestre muy nervioso, triste y solitario en su vida cotidiana. En algunos
casos, la dureza de la situación puede acarrear pensamientos sobre el suicidio
e incluso su materialización, consecuencias propias del hostigamiento hacia las
personas sin límite de edad.
Suelen ser más proclives al acoso
escolar aquellos niños que poseen diversidad funcional, entre las cuales se
pueden contar el síndrome de Down, el autismo, síndrome de Asperger, etc.
Referencia:
Referencia:
- http://adolescentes.about.com/od/Escuela/a/Qu-E-Debes-Saber-Sobre-El-Bullying.htm
- Piñuel, I. y Oñate, A. (2007). Mobbing escolar: Violencia y acoso psicológico contra los niños. Madrid:CEAC.
- Olweus, R. (1994). Conductas de acoso y amenaza entre escolares. Morata.
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